Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!

 

Nombre:

MERECÍA VIVIR


Sinopsis:

Historias y pequeños relatos,  para  descubrir a través de los personajes de estas historias, el trasfondo que subsiste en el interior de cada persona. Ese lado oculto, mágico, que convive con nosotros, que a veces no escuchamos y otras veces añoramos.

 

Si quieres saber algo más de este libro, pincha aqui para ver el


TRAILER


BAJATELO GRATIS:


Formato en PDF para imprimir, leer en el ordenador o con un E-Book  --> Libro en PDF <---Click aqui





Libro Impreso: (15,50€)


A continuación os muestro dos extractos de relatos pertenecientes al libro:



TORMENTA

 

Un estruendo sordo y profundo, hizo que me sobresaltara. Los truenos hacían su aparición apoteósica. Parecía que el cielo iba a explotar en mil pedazos.

En tal fragor, me imaginaba a dos adversarios que mantuviesen un duelo a muerte. Dos dioses colosales que median sus fuerzas pisando el firmamento y con cada pisada infringiesen una gran grieta, herida profunda y mortal, a la que el cielo respondía con un grito desgarrado y recóndito.

Continué andando, me sentía libre, libre, inmensamente libre. Oía el canto del aguacero, como hermosa música amortiguada y amigable.

El velo del agua, me impedía abrir plenamente los ojos.

El olor a tierra mojada, a ciprés, a roca empapada, exaltaban mi nariz de tal forma, que me dejaba mecer en tan deliciosos aromas.

Las tormentas siempre  me habían enaltecido, produciendo algo dentro de mí.  Ante tal descarga de energía, mi ser también dejaba salir mi propia energía.

Me vino el recuerdo, de muchos años atrás. Estaba debajo de un árbol acompañada de mi hermana.

Mi madre se había ido al pueblo a pasar el fin de semana con mis tres hermanos mayores. Mi hermana y yo, nos quedamos con mi padre. Mi padre y hermanos trabajaban en la construcción de casas de un nuevo pueblo.

En ese futuro pueblo, no había más niños que mi hermana y yo. Todo eran hombres y alguna que otra esposa.

A mis cuatro años, no tenía otra compañía que la de mi hermana, que con seis años, hacía de madre y amiga de juegos.

 

Comenzó a llover. Andábamos por ahí, en medio del campo, jugando libres y confiadas.

Nuestros delgados vestidos rápidamente fueron empapados. El cielo había oscurecido y sentía mucho miedo.

Mi hermana me miró, reflejando en sus ojos oscuros, el abandono que sentíamos las dos.

El aire frío azotaba nuestros cuerpos. Resistíamos con un castañetear de dientes, con los brazos cruzados delante del pecho, intentando darnos algo de calor a nuestros cuerpecitos.

 

Con cada relámpago que hacía su aparición en el cielo, más se inquietaba mi pequeño corazón. Pensaba que los truenos eran feroces voces de alguien muy irritado que estaba allí arriba, que me producían un terror espantoso.  Los minutos eran siglos,  se me hacían eternos.

Llovía y llovía, el agua hacía brotar los olores a tierra mojada, a ladrillo nuevo, a cemento y a cañizo.

Tenía mucho miedo a las tormentas, pero aún más miedo  sentía a la soledad, al abandono.

Mi cuerpo podía resistir el frío, pero, me hacía más daño el frío que producía la falta de cariño y atenciones.

Otro  estrepitoso trueno, está vez en mi caminar me sacó del recuerdo.

Habían pasado muchos años. Ya no tenía miedo a las tormentas, es más, las tormentas me gustaban y disfrutaba de ellas.

 

Sin darme cuenta había llegado a la cima, miré hacia abajo. Qué lejos quedaban ya todas mis vivencias.

Contemplé el gran valle, y me llenó de gozo el camino que había recorrido en mi existencia.

Cuanta belleza. Las nubes ahora estaban a mis pies, flotando en un mar de aire. Y, yo, desde arriba pude comprender lo de abajo.





 

 

UNA VOZ ME DECÍA

 

...Los animales corrían desbocados, pero, no oímos la señal que se hacía cuando había que atacar, ni a los cazadores aparecer detrás de la estampida.

Algo extraño sucedía. Miré a Otomar, un joven cazador que vivía cerca de mi casa. También él tenía una expresión de preocupación en su rostro. Retrocedimos para averiguar qué es lo que había pasado. Un grupo de hombres y algunas mujeres rodeaban algo tendido en el suelo. Me acerqué, algo malo había sucedido.  Cuando llegué, el círculo se abrió y vi en el suelo el cuerpo de Sálutor ensangrentado. Me tiré al suelo, cogí su cabeza entre mis manos, la apreté contra mi pecho mientras lloraba desconsolado.

-No te vayas. Sálutor, no me dejes. Mi vida sin ti no tendrá sentido.

Miré su cara, un hilo de vida aún prendía en su mirada. Con un último esfuerzo sonrió y me dijo:

-Tú eres lo más hermoso que me ha pasado en esta vida. Vive porque yo seguiré vivo siempre en ti.

Durante mucho tiempo sufrí por su ausencia. Me iba solo al bosque y deambulaba reviviendo sus caricias, sus gestos, su forma de caminar y de sonreír...